Durante generaciones, miles de jóvenes —hijas e hijos de personas nativas, de inmigrantes, de pueblos originarios, de exilios y retornos— eligieron un sueño. No un sueño de riqueza ni de fama. Un sueño más modesto, pero más radical: vivir mejor, pero no a cualquier precio. Vivir mejor aportando al país que hizo de su educación pública una promesa colectiva.
Ese país, que a pesar de sus marchas y contramarchas, apostó una y otra vez al conocimiento. Apostó a que construir ciencia, tecnología, saberes propios, era también una forma de cuidar. Cuidar a su gente, a su territorio y a sus posibilidades.
La ciencia argentina se fue haciendo con la gente. No es solo una política de Estado: es una historia social.
Esa historia no fue lineal ni uniforme. Hubo crisis, exilios y regresos. Ahora se construye con resistencias: en los laboratorios sin insumos, en la falta de becas, en los grupos de investigación que ya no tienen cómo seguir. El pasado 28 de mayo, miles de investigadoras, técnicos, becarios, docentes y trabajadores del sistema científico argentino salieron a la calle disfrazados de Eternautas. La nieve tóxica que enfrentaban no era una ficción: eran los despidos, el desfinanciamiento, el vaciamiento de instituciones fundamentales como el CONICET y la Agencia Nacional de Promoción Científica. En esa puesta en escena no hubo nostalgia, sino una advertencia: sabemos que está en juego el país y no vamos a callarnos.
Detrás de sus máscaras y trajes, había algo más profundo: una decisión colectiva de cuidar lo que hay. De no dejar que nos roben no solo el trabajo, sino el sentido. Porque no se trata solo de proteger puestos ni salarios. Se trata de defender una forma de hacer este país, una forma que eligió creer que el saber también es parte de lo común.
En la AASAP elegimos mirarnos en ese espejo: el de quienes siguen apostando a lo colectivo. Porque ahí —y solo ahí— es donde podremos reconstruirnos. Y si no lo vemos, si no lo registramos, si no lo honramos… entonces, lo que crezca será solo olvido.
Registrar cada evento de cuidado y resistencia —por pequeño, silencioso o cotidiano que parezca— es proteger los gérmenes de lo que nos va a permitir volver a ser quienes somos. Por eso, desde la AASAP impulsamos el Archivo Colectivo del Derecho a la Salud: una invitación a narrarnos. Porque documentar también es cuidar, registrar también es resistir. En esta convocatoria invitamos a fotógrafas y fotógrafos que deseen compartir materiales para construir un archivo que visibilice las luchas, resistencias, construcciones, logros y actos de solidaridad en el campo de la salud pública durante 2024 y 2025.
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